María José Goycoolea
Ufff… 30 de diciembre de este tan inusual 2020… ¿Quién lo diría? Si parece que recién ayer era viernes 13 de marzo y estaban enviando a nuestros hijos a casa, con un dictamen de cuarentena inicial de dos semanas, sin saber por cuánto más se alargaría…
Pero ya con el año recorrido y ad portas de 2021, hablar de tiempos de crisis es casi un cliché. Es verdad, nos hemos encontrado bajo presión más frecuentemente que otros años, y es -precisamente- en estos tiempos cuando más debemos centrarnos en comprender cuáles son nuestras fortalezas y -más aún- cuáles son las precauciones que debemos tener sobre nuestro comportamiento cuando estamos menos pendientes de controlarlo.
Y se preguntarán… ¿cuándo sucede eso? ¡Pues en 2020, jejeje!
Bueno, en realidad, esto ocurre cuando estamos bajo presión, cuando nos encontramos muy sobrecargados de trabajo, cansados, estresados, con miedo, llenos de incertidumbre, etc. Pero si no sabemos la forma en que se manifiesta este descarrilamiento, es decir, cuáles son las conductas que tendemos a sobreutilizar en esos momentos, que nos meten en problemas con quienes trabajamos (y con quienes convivimos en nuestro hogar), es difícil que las podamos mantener a raya o moderarlas. Por ello, el primer paso para evitar el descarrilamiento es tener y/o generar autoconciencia.
Autoconciencia Estratégica
Según la Real Academia Española, descarrilar se refiere a la acción que un tren, tranvía u otro similar, salga de su carril. Llevado a un plano más conceptual, hemos tradicionalmente comprendido el descarrilamiento como hacer que algo se desvíe de su propósito, que reduzca o retrase sus posibilidades de éxito, su desarrollo o progreso.
En el mundo del trabajo y de los ejecutivos, los expertos de Hogan Assessments han definido el descarrilamiento a través de cuatro elementos clave, referentes a un comportamiento que:
- Potencialmente puede socavar o inhibir el desempeño de un líder.
- Puede restar valor a la eficacia de un líder.
- Tener implicaciones negativas para el equipo del líder, la organización en general y la propia reputación.
- Suele aparecer en situaciones de estrés o autocontrol limitado (o bien, ausencia del mismo).
La retroalimentación continua es crucial para mejorar la autoconciencia estratégica y ésta es fundamental para evitar el descarrilamiento. Por ello, lo primero es saber “cuáles son” mis descarriladores; segundo, “cuándo aparecen”; y -por último- “cómo adelantarme" para evitar que éstos aparezcan.
Para generar una real autoconciencia estratégica, que nos permita ser más efectivos como líderes, una de las cosas más relevantes de entender es que existe una diferencia entre identidad y reputación: es decir, que el cuento que yo me cuento a mí mismo sobre mí (aunque suene a trabalenguas) no necesariamente es lo mismo que lo que ven los demás.
Hogan define la identidad como “el tú que tú conoces” y a la reputación como el “tú que los demás conocen”. Para la efectividad en el liderazgo, la reputación es lo que realmente importa, pues es la forma en la que nos metemos en problemas con otros, la manera en la que entrampamos las relaciones, la toma de decisiones y la consecución de resultados.
La mayoría de las cicatrices de la reputación se originan en lo que llamamos el lado oscuro de la personalidad, es decir, aquella cara que sacamos a relucir cuando estamos bajo presión: nuestros descarriladores.
Los comportamientos de descarrilamiento del liderazgo dañan el compromiso y alejan al buen talento. Comprender los desencadenantes (identificar gatilladores) y establecer estrategias de mitigación puede ayudar a predecir y prevenir eventos. Existen 11 conductas de descarrilamiento y todas ellas pueden medirse científicamente.
Te dejo un cuadro resumen sobre cómo tus descarriladores pueden afectar tu desempeño como líder si estas conductas están más o menos desarrolladas en el lado oscuro de tu personalidad.
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